viernes, 28 de agosto de 2009

En la lejanía

No sé por qué últimamente arriban algunos recuerdos del otro lado del océano. Como el sabor de la sopa ramen que tomábamos de madrugada, en Yokohama. O las discotecas de salsa en Roppongi, a pocos minutos de Tokio, a las que íbamos en busca de fugaces enamoradas. O las extensas horas de trabajo en distintas ciudades junto con filipinos, iraníes y tailandeses. Todos unidos por un mismo idioma: japonés, y también por ser ilegales.

Y entre esas imágenes recuerdo con claridad esa noche cuando borracho te conté emocionado que regresaría a Perú, a reincorporarme a la universidad y tú, como probando si mi decisión era firme, te reíste y me dijiste que era una insensatez regresar a estudiar a los 27 años, que ya estaba viejo para esas cosas y que mejor siguiera trabajando para ahorrar más dinero. Pero con el transcurrir de los minutos descubriste que hablaba en serio – acto inusual, porque soy bromista de nacimiento – y me diste tu apoyo.

La fiesta de despedida fue en el patio de fábrica, con amigos y el jefe de la sección. Además de beber cervezas niponas (Asahi, Kirin, Sapporo) comimos sashimi al estilo de Huaral, cuyo desconocido sabor mestizo nunca fue revelado por el chef José. Y para mostrar su bagaje culinario, el señor Nakura recitó los mejores huariques de su nostálgica Lima. Con el atardecer, el jefe Tanabe san se animó a dar un discurso en su idioma: japonés, que incluyó ciertas jergas peruanas. Los años de convivencia laboral e intercultural habían sido su mejor academia.

Te confieso que sentí miedo al tomar esa decisión. Miedo a volver a cambiar de vida. Porque luego de vivir 6 años en Japón uno se acostumbra y también porque para acabar la universidad me faltaban 4 años y medio. Pero nuevamente la aventura pudo más y con el mismo ímpetu -que mi hizo trabajar como obrero en fábricas de pescado, pintura, construcción, entre otras- cerré la puerta de una etapa y abrí otra. Sé que todavía estás en Japón y sé también que como tú hay millones de peruanos que salieron a trabajar al mundo, y que muchos de ellos tienen ganas de volver a estudiar lo que dejaron o lo que siempre quisieron. Nunca es tarde tomodachi (amigo o amigos), nunca es tarde...