No sé por qué últimamente arriban algunos recuerdos del otro lado del océano. Como el sabor de la sopa ramen que tomábamos de madrugada, en Yokohama. O las discotecas de salsa en Roppongi, a pocos minutos de Tokio, a las que íbamos en busca de fugaces enamoradas. O las extensas horas de trabajo en distintas ciudades junto con filipinos, iraníes y tailandeses. Todos unidos por un mismo idioma: japonés, y también por ser ilegales.
Y entre esas imágenes recuerdo con claridad esa noche cuando borracho te conté emocionado que regresaría a Perú, a reincorporarme a la universidad y tú, como probando si mi decisión era firme, te reíste y me dijiste que era una insensatez regresar a estudiar a los 27 años, que ya estaba viejo para esas cosas y que mejor siguiera trabajando para ahorrar más dinero. Pero con el transcurrir de los minutos descubriste que hablaba en serio – acto inusual, porque soy bromista de nacimiento – y me diste tu apoyo.
La fiesta de despedida fue en el patio de fábrica, con amigos y el jefe de la sección. Además de beber cervezas niponas (Asahi, Kirin, Sapporo) comimos sashimi al estilo de Huaral, cuyo desconocido sabor mestizo nunca fue revelado por el chef José. Y para mostrar su bagaje culinario, el señor Nakura recitó los mejores huariques de su nostálgica Lima. Con el atardecer, el jefe Tanabe san se animó a dar un discurso en su idioma: japonés, que incluyó ciertas jergas peruanas. Los años de convivencia laboral e intercultural habían sido su mejor academia.
Te confieso que sentí miedo al tomar esa decisión. Miedo a volver a cambiar de vida. Porque luego de vivir 6 años en Japón uno se acostumbra y también porque para acabar la universidad me faltaban 4 años y medio. Pero nuevamente la aventura pudo más y con el mismo ímpetu -que mi hizo trabajar como obrero en fábricas de pescado, pintura, construcción, entre otras- cerré la puerta de una etapa y abrí otra. Sé que todavía estás en Japón y sé también que como tú hay millones de peruanos que salieron a trabajar al mundo, y que muchos de ellos tienen ganas de volver a estudiar lo que dejaron o lo que siempre quisieron. Nunca es tarde tomodachi (amigo o amigos), nunca es tarde...
viernes, 28 de agosto de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)